lunes, 22 de noviembre de 2010

El Mercedes de Carcassonne

Mi amiga y yo alquilamos un coche automático por Internet para ir a Francia unos días. Cuando fuimos a la estación a recogerlo nos habían reservado un Mercedes como el de la fotografía. No nos lo podíamos creer... pero, ¿cómo nos iban a dar un Mercedes? ¿Y si nos lo rayaban? ¿Y dónde lo íbamos a dejar por la noche? ¿Y cuánto iba a consumir? ¿Y... y...? Pensamos devolverlo por otro más pequeño porque en cierta manera nos imponía un poco... Después de revisarlo, poner la sillita del bebé y ver cómo funcionaba empezamos a calmarnos y a ver las cosas desde otra perspectiva: Mejor un coche fuerte y seguro por si nos pasaba algo; además, era muy espacioso para el carrito del niño y corría bastante. Nos dimos unas vueltas por el garaje de la estación y nos animamos a salir con él.
Hemos recorrido 1200 kilómetros en dos días y según mi amiga, la conductora, es el mejor coche que ha conducido en toda su vida.
Cuando íbamos de camino a Carcassonne pensaba en nuestra actitud al alquilar el coche y en cómo esa situación se parecía a otra historia: Teníamos uno de los mejores coches disponibles en el mercado por el mismo precio que uno normal y no lo aceptábamos, nos venía demasiado grande... No nos atrevíamos a conducirlo ni a exponerlo a las inclemencias de la calle... De igual forma el Señor ofrece gratuitamente una esperanza que no aceptamos: "¿dónde estará el truco?" pensamos. Nadie da duros a cuatro pesetas. Supongo que esta expresión resume cómo funciona el mundo que pisamos pero no el que anhelamos: las reglas allí funcionan de otra manera.

1 comentario:

  1. Un carraso, aquí seria algo fenomenal conducir uno así, solo lo puedo verlo en fotos jajaja. Tienes razón el Señor tiene preparado algo mucho mejor y nosotros no lo aceptamos o no lo concebimos.

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